Mtro. Alejandro Brauer Vega

Son mas de 6 años ya, que comencé una investigación acerca de la forma en la que el género y sus complicaciones como la violencia de género, los mandatos de género y en general, las exigencias culturales sobre la manera en la que supuestamente debemos de comportarnos los hombres por ser hombres y las mujeres por ser mujeres impactan en el desarrollo psicológico de las personas. La intención era detectar sintomatología, cuadros de padecimientos, que pudieran estar asociados a a lo ya mencionado. Me preguntaba de qué manera diversas conductas sociales, se generalizan y establecen de manera permanente, a pesar de su carácter violento y por qué ejercen una influencia tan importante en todas las fases del desarrollo del ser humano. Estas conductas, las podía detectar con frecuencia en las sesiones de terapia y en diversos pacientes. Unos las padecían, otros las ejercían. Me pareció que era importante ubicar su origen, pero también sus destinos. Existen múltiples formas en las que el género nos determina y afecta. La cultura que privilegia una sola expresión de la identidad sexogenérica, es una cultura que históricamente ha tenido que recurrir a toda forma posible de violencia, para anular y agredir las otras expresiones identitarias que, sabemos, siempre han existido. Y sin embargo, la organización cultural de la especie humana, se ha regido por la transversalidad y la primacía de las estructuras heteronormativas hegemónicamente. Se debe aclarar que el mundo no es así. ¡Está organizado así! Y esto genera contextos que vulneran, arbitraria y sistemáticamente, sobre todo, a las mujeres y a las personas pertenecientes a la comunidad LGBT+. Los conflictos que se enfrentan a lo largo de la vida relacionados con la exclusión y la discriminación, son con frecuencia actos de violencia que resultan traumáticos e impiden un desarrollo pleno en una paradójica sociedad altamente exigente, pero sistemáticamente excluyente. Además, a lo largo de este proceso que muchos pacientes se ven confrontados en procesos terapéuticos con los prejuicios y estigmas que surgen en relación con cuestiones asociadas a los mandatos de genero. Conduciendo a los pacientes a autocensurarse frente a terapeutas, que aún el día de hoy, tienden a percibir como patológicos a algunos de los comportamientos de las personas LGBT+, o a cuestionar las decisiones de las mujeres, cuando se encuentran en búsqueda de vidas más libres. Esto último, me parecía sumamente delicado, porque significa que en el terreno profesional de la salud mental, existen terapeutas que cometen actos que reflejan la falta de aceptación y comprensión que promueve la discriminación, basados en concepciones arcaicas. Es decir, a pesar de los avances legislativos y los importantes logros en materia de Derechos Humanos, seguimos enfrentando que los criterios individuales no cambian conforme se logran las metas de los movimientos sociales y conforme la cultura se transforma. Seguimos atestiguando actos de violencia, crímenes de odio, peligros que permanecen irresueltos que se traducen en una situación de peligrosidad permanente, y todo esto tiene un costo emocional. Un costo que suele cobrarse la factura en detrimento del bien estar psicológico. Un proceso terapéutico con enfoque de género y en diversidad sexual, garantiza en principio la generación de espacios seguros y la generación de herramientas para enfrentar día con día los desafíos cotidianos. Permite la deconstrucción de la teoría y la práctica de la psicoterapia y la renovación de sus principios y abordajes que dan cabida a las diversas identidades sexogenéricas, sin pasar por un escrutinio y un cuestionamiento en las dimensiones tanto de la orientación, como de la apropiación de la misma y su ejercicio pleno y responsable. Pero sobre todo permite combatir los efectos negativos y traumáticos de lo que se enfrentaba en el pasado y lo que aún se enfrenta en el presente. Ese entramado complejo y arraigado en nuestras mentes que que le da pulso a la misoginia y la homofobia y todas sus manifestaciones. Incluida la homofobia internalizada.