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La mastografía, también llamada mamografía, es la principal prueba de detección de cáncer de mama. Conoce más acerca de qué es, cuándo debo hacerla, cómo se lleva a cabo y qué tan segura es.
El cáncer de mama es un problema de salud que afecta a casi 23,000 mujeres cada año. Existen muchas procedimientos para su detección temprana, como el ultrasonido de mama, la palpación incluso una biopsia. Sin embargo la mastografía es la prueba más popular. ¿Por qué? Encontrará la respuesta a esta pregunta en el texto siguiente.
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La palabra “mastografía” proviene del griego (“mastos”, mama o pecho y “graphos”, dibujar). De esta manera, una mastografía, o mamografía, es un estudio para visualizar el interior de los senos (mama). Esto es posible gracias al uso de rayos x.
Las imágenes se obtienen debido a que se emite un haz de radiación atraviesa el seno y después choca con una placa de detección. Es decir, una superficie diseñada para captar la radiación y transmitir esta información a una computadora. Posteriormente, se puede visualizar una imagen del interior de la mama en una pantalla.
Cabe mencionar que los rayos x se absorben de forma diferente dependiendo del tipo de tejido; esto permite distinguirlos en una radiografía. Por ejemplo, la radiación atraviesan el tejido adiposo (graso) casi por completo, por lo que visualiza como un gris muy oscuro. Por otra parte, los huesos absorben los rayos x en mayor medida, por lo que se ven blancos.
Para conocer más, puedes leer: Radiografía: ¿Qué es y cómo funciona?
Una forma de detectar el cáncer de mama en etapas tempranas es la presencia de microcalcificaciones. Estas se visualizan en la mastografía como puntos blancos y pueden medir desde 3 milímetros de diámetro; tan pequeñas que son indetectables al tacto. Por esta razón, la mamografía es una excelente herramienta para detectar cambios neoplásicos en etapas tempranas.
¡Recuerda! Una detección temprana significa que el tratamiento es más seguro, más barato y que hay mayores posibilidades de una recuperación completa. El cáncer de mama puede tener una solución sencilla cuando se diagnostica a tiempo.
Es importante saber que las mamas están hechas no solo de tejido adiposo, sino también de tejido glandular. Este último es mucho más blanco en las radiografías y predomina sobre el tejido adiposo hasta alrededor de los 35 años. Posteriormente, el tejido graso incrementa progresivamente hasta volverse predominante después de la menopausia (la terapia de reemplazo hormonal revierte este proceso). Cabe destacar que al disminuir el tejido glandular, se vuelve más fácil la detección de microcalcificaciones.
Debido a esto, no vale la pena hacerse la primera mastografía hasta que los 40 años, a menos que un ginecólogo te pida hacerlo antes. El estudio debe realizarse al menos cada dos años hasta que cumplas 50 años. Después, se debe realizar cada año ya que el riesgo de desarrollar cáncer de mama aumenta significativamente.
Nota: Algunas asociaciones así como médicos ginecólogos recomiendan realizar el estudio anualmente después de haber cumplido 40 años. Esto puede depender del país, de la historia clínica y de los antecedentes familiares. De cualquier manera, vale la pena seguir las indicaciones de un médico especialista.
Cabe señalar que el “plan” anterior se aplica a mujeres sanas y sin antecedentes directos de cáncer de mama. Sin embargo, la mastografía se debe realizar con mayor frecuencia cuando hay mutaciones en BRCA1 o BRCA2 o cuyos parientes cercanos (madre, hermana, hija) hayan tenido cáncer de mama. Es importante destacar que esto siempre se debe consultar con un ginecólogo. Por otra parte, la necesidad de una mastografía a una edad más temprana también puede deberse a síntomas como:
Finalmente, la mastografía se realiza para monitorear un tratamiento una vez detectado el cáncer (quimioterapia, radioterapia, y cirugía).
Después de los 40 años, la mastografía no reemplaza por completo al ultrasonido de mama. Simplemente es el más efectivo y, al mismo tiempo, muestra mejor las microcalcificaciones. Además, ofrece la ventaja de ser un estudio económico y ampliamente disponible. Sin embargo, cuando se detecta una anomalía poco clara, se deriva a la paciente para realizar más pruebas. Estas incluyen un ultrasonido de mama (permite distinguir un tumor de un quiste), y una biopsia (extraer un fragmento de tejido para analizarlo).
Por otra parte, el ultrasonido permite examinar los senos desde un ángulo diferente, por lo que incluso después de los 40 debe realizarse con regularidad. En otras palabras, la mastografía y el ultrasonido mamario se complementan entre sí. Cabe mencionar que la resonancia de mama se utiliza principalmente con pacientes de alto riesgo así como con mujeres que tengan implantes de silicona. Esto se debe a que los rayos x no atraviesan bien los implantes y pueden dañarse durante una mamografía.
Nota: La mastografía en mujeres con implantes es posible, especialmente si se colocaron por debajo del músculo pectoral. Sin embargo, esto generalmente requiere equipo especial y experiencia por parte del personal que supervisa el estudio.
Aquí llegamos a un problema que desalienta a muchas mujeres de hacerse una mastografía de forma regular. Esta prueba puede ser desagradable, especialmente para mujeres con senos sensibles. El posible dolor o incomodidad, dura solo un momento y no representa una amenaza para la salud. Ello es sólo el efecto de presionar un seno densamente inervado con una placa de plástico contra la superficie detectora.
A pesar de la incomodidad, vale la pena recordar que esto tiene una razón de ser:
En resumen, la compresión mamaria durante la mastografía aumenta la precisión del examen y minimiza el riesgo de tener que repetirse.
El primer paso es colocar el seno correctamente en el mastógrafo (el aparato utilizado para este estudio). Como ya se mencionó, la mama se coloca entre una superficie detectora y una placa de plástico que ejerce presión sobre los tejidos. Esta fuerza se ejerce de forma gradual para disminuir molestias. En ocasiones, el personal de salud te puede pedir cambiar de posición o contener temporalmente la respiración. La mastografía generalmente se realiza de pie, sin ropa en parte superior del cuerpo.
Se toman dos radiografías de cada seno: una de arriba hacia abajo, o proyección cráneo-caudal (CC), y una de lado a lado, o proyección oblicua mediolateral (OML). Por otra parte, la exposición a los rayos X toma sólo unos segundos aunque el procedimiento puede durar hasta 20 o 30 minutos. Puedes reanudar tus actividades cotidianas inmediatamente después de la prueba. Por último, los resultados en forma de fotos en placas o CD y la interpretación suele entregarse el mismo día o, en su defecto, al día siguiente.
Antes del estudio, probablemente te pregunten:
Lo más probable es que el especialista también pida los resultados de exámenes de imagen de mama anteriores. Esto permite compararlos con los resultados actuales y así tener una mejor interpretación.
Además de traer los resultados resientes de ultrasonidos/ecografías, resonancias magnéticas o mastografías, conviene llevar ropa cómoda para poder descubrir el pecho con facilidad. Adicionalmente, no podrás utilizar desodorante o lesiones corporales ese día. Esto se debe a que dichos productos pueden confundirse con microcalcificaciones al ver las imágenes.
Fuera de lo ya mencionado, la mastografía no requiere ninguna preparación especial. Sin embargo, conviene realizar el estudio durante la primer semana del ciclo menstrual para obtener mejores resultados.
La única contraindicación absoluta es el embarazo debido a la radiación utilizada. Sin embargo, el hecho de que la mastografía se realice en la primera mitad del ciclo menstrual, descarta la posibilidad de un embarazo no detectado.
Nota: Los rayos X, tras una larga exposición, pueden dañar al ADN y contribuir al desarrollo de procesos neoplásicos. Sin embargo, en el contexto de la mamografía, un procedimiento destinado a combatir el cáncer después de todo, este tema se ha examinado detenidamente. Se ha comprobado que el riesgo de desarrollar cáncer de mama aumenta entre 3 y 6 mujeres por cada 10,000. Es decir, el riesgo es extremadamente bajo respecto a las grandes ventajas que ofrece realizarse una mastografía de manera regular.
Afortunadamente, este estudio es económico y se realiza en una gran cantidad de centros de diagnóstico. Debido a que debe realizarse con cierta frecuencia, recomendamos comparar los precios con anticipación.
Existen varias variantes de este procedimiento. Una de ellas es la mamografía espectral, en la que se administra al paciente un medio de contraste por vía intravenosa, es decir, una sustancia que mejora la visibilidad de las estructuras internas. Para este estudio, se requiere acudir en ayunas así como también presentar los resultados de un análisis de creatinina en sangre. De esta manera, se verifica que los riñones funcionen adecuadamente ya que participan en la eliminación del medio de contraste. La mamografía espectral es una alternativa específica a la resonancia magnética de la mama. Dura mucho más tiempo, pero también supone un aumento de la dosis de radiación en aproximadamente un 20% en comparación con la mastografía tradicional.
Por otra parte, en ductografía se administra el medio de contraste directamente en los conductos mamarios. Cabe mencionar que esta prueba facilita el diagnóstico de neoplasias benignas, sin embargo, se utiliza poco.
Por último, la mastografía más cara y moderna es la tomosíntesis, también conocida como mamografía 3D. La prueba se realiza sin contraste, y es extremadamente preciso ya que se toman muchas imágenes desde diferentes ángulos. Posteriormente, las fotos se superponen digitalmente para crear modelos 2D y 3D del interior de los senos, similar a la tomografía computarizada. Por otra parte, La tomosíntesis requiere una mayor dosis de radiación, pero permite una mejor visualización de los cambios neoplásicos, incluso en senos con mayor densidad.
Ver también: Prevención del cáncer de mama
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